domingo, 6 de febrero de 2011

37 gatos y 12 perros

Huellas de mi hijo y mías, estas navidades en Alemania

"Eden Roc" Ludovico Einaudi

Seré una desagradecida. Pero no quiero leer ni oír más "no estás sola" Esas palabras sólo puede pronunciarlas mi hijo.

Me regodeo en la hipocresía de algunas personas. Es duro ser madre y estar sola. No importa si me encuentro mal o bien. Cuando mi hijo me reclama, ahí estoy. Al pie del cañón.
Cuántos padres, y sobretodo madres, se tienen que tragar sentimientos encontrados. Momentos en los que lo lanzarías todo a la basura. No saldrías de la cama. Desearías dar marcha atrás, hasta el momento antes de la concepción. Sí, así es.

La autocompasión, a veces nos lleva a hacernos masturbaciones mentales. Nos sentimos los más desafortunados en infelices del planeta. Creemos que nadie nos comprende.

Por eso hace tiempo aprendí lo importante que es algo tan sencillo como abrir los ojos y las orejas. Mirar a nuestro alrededor. Oír a todo aquél que esté dispuesto a contarnos parte de su historia.

El viernes andaba yo agobiadilla, con el frío que hace en la calle y el costipado que acabó de dar la cara (y del que hoy debo estar en su último día de la fase aguda) cuando un vagabundo me habló. Y con una sola frase me recordó lo afortunada que soy. Que sí, mal de muchos consuelo de tontos. Pero me ayudó mucho cuando me dijo "yo no tengo a nadie" Añadió que tenía 37 gatos y 12 perros. Que por ellos salía cada día a buscar comida. Estremecedor.

Puedo imaginarme qué debe ser no tener a nadie. Me lo puedo imaginar. Y no sé qué es más triste: si tener a alguien, pero como si no lo tuvieras, con lo cual no puedes recurrir. O no tener a nadie, llanamente.

Tengo a mi hijo. Él es mi columna vertebral. Mi elixir de la vida. Mi aurora boreal como ya dije en otra entrada de este blog.
Él me perdona cuando me enfado más de lo que tocaría. Me sonríe y me dice "te quiero" cuando siente que estoy agotada, irritada, triste. Me recuerda que no hay que rendirse. Me enseña que aunque no tenga "mayores" a los que recurrir y pedir ayuda, le tengo a él. En su cuerpecito alberga toda la energía, la alegría, la fuerza, que a veces me faltan a mí y me regala pequeñas dosis para que yo pueda continuar.

Y estoy dispuesta a enseñarle todo lo que pueda, acompañarle hasta cuándo sea, y aprender de él al máximo. Y sobretodo, descubrir el mundo a su lado.

Pero hay días en los que me quedo con la mirada perdida y pienso en cómo sería si tuviera a alguien al lado...

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