lunes, 4 de julio de 2011

AMOR ETEREO



"Hymn to the Sea" James Horner


En La Tierra Media, al inicio de la Tercera Edad del Sol y cuando los Días Antiguos eran ya historia, existió el reino de Doriath, habitado por la raza de los Elfos

Galadriel, una elfa, también conocida como La Dama Blanca, llegó formando parte del grupo exiliado desde Aman a La Tierra Media. Aquí conoció a Celeborn, con quién se casaría y junto a quién gobernaría el bosque Lóthlorien

Pero antes, mucho antes, Galadriel, se enamoró de uno de los espíritus Maia. Gandalf. Un espíritu inmortal, un mago que se debía a la magía, como un hechicero a sus dioses. Una historia de amor inconclusa y casi etérea, ya que nunca llegaron a manifestarse el uno al otro lo que sentían.

Eran tiempos en los que la Tierra la poblaban seres inmortales, llenos de luz, pero también entes oscuros, que vivían en la sombra, aguardando el retorno al mundo de las tinieblas.
Sin embargo, los protagonistas de esta historia, eran pura luz, y a ambos aguardaba un destino plagado de obstáculos, dolor, aventuras...y de amor. Y que en cualquier caso, les haría más fuertes, colocándoles en el lugar que debían ocupar. Y la vida, como el curso de un río, les llevaría al lugar que debían ocupar para desempeñar el papel asignado antes de nacer. La primera elección que aprendieron, es que nada es fruto del azar. Que en algún lugar más allá del mundo que conocían, un lugar al que muy pocos tenían acceso, estaba escrito el destino de vida de todos ellos.

Galadriel no tenía ninguna relevancia en el poblado, aunque su presencia era fuerte y frágil a la vez. Algunos elfos, la llamaban "el diamante" porque ella podía devolver toda la luz que hay en otros, si te atrevías a mirarla directamente a los ojos con el corazón tranquilo.
Sus días transcurrían entre la formación para reinar, perfeccionando los dones sobrenaturales con los que había sido dotada, y aprendiendo a controlar la energía que desprendía su ser, ya que de lo contrarío, podía acabar con toda forma de vida sólo manifestando un sentimiento impuro.

Y Gandalf...él era tan sólo un aprendiz de mago. Un espíritu que tropezaba y se levantaba, cada vez más fuerte. Siempre silencioso. Pasaba la mayor parte del tiempo entre las Dunas del Desierto Azul, y las montañas de agua marina.

A veces, cuando los elfos se reunían con motivo de alguna celebración o ritual, lo hacían en La Llanura Eterna, un lugar dónde el tiempo se detenía. Los vientos, las lluvias y demás fenómenos de la naturaleza respetaban y mimaban, para que todas las formas de vida que allí habitaban, fueran eternamente bellas, imperecederas.

Y así, los pocos encuentros entre ambos, fueron sin tiempo. En aquélla, se encontraban y cada vez, se veían diferentes.

Sus vidas, transcurrieron próximas durante unos años. Pero cuando Gandalf estuvo preparado para iniciar la etapa final en su aprendizaje, partió con la Orden de Los Istari, hacia Los Puertos Grises, para culminar su preparación.

Galadriel prosiguió su camino y evolucionó como elfa, adquiriendo las virtudes que la capacitarían para gobernar y reinar, en la bondad y ecuanimidad, como principales y personales consignas.

Pasaron años, y volvieron a reencontrarse. Galadriel, gobernaba el bosque de Lóthlorien, y Gandalf, era el más sabio y poderoso de los magos de todos los tiempos.

La reina de Lóthlorien, envió un ejército de estrellas fugaces, que se dispersaron por todo el continente. Viajaron sin descanso, hasta que hallaron al mago. Y así, ella le encontró a él.

La noche había caído, y a la luz de la Luna, Galadriel se sentaba al borde del lago La Plata, en una roca de dimensiones colosales. No tuvo necesidad de girarse. Supo que él estaba allí...aunque no de cuerpo presente.
Gandalf, entre sus muchos dones, podía ocupar el espacio como cuerpo sutil. Y fue desde ése estado, en el que pudo acariciar a Galadriel. Hizo que su caricia fuera percibida por ella como una cálida brisa.

Lentamente, Gandalf cobró forma humana, y apareció sentado junto a ella. No se miraron. No se tocaron. Acompasaron su respiración. Y por primera vez, se miraron a centímetros el uno del otro.

No hizo falta hablar. Ambos sabían que aquél encuentro era un paréntesis en sus inmortales vidas, y que no permanecerían juntos. Gandalf creó una visión de sus respectivas vidas futuras. Galadriel pudo ver como reinaría junto al que sería pronto su marido. Y Gandalf le mostró el papel que en breve desempeñaría en la Guerra del Anillo conocido ya como Gandalf El Gris.

Era el final de algo que ni tan siquiera había comenzado...Caminos paralelos, pero jamás entrelazados.

Y Gandalf se marchó como había llegado, en una cálida brisa, llevándose consigo el aroma de Galadriel a madera, musgo y luz de estrellas.

Galadriel, se dejó llevar, y por una vez, dejó que su parte humana, desbordara su ser élfico...y las lágrimas afloraron. Lágrimas por saber que había existido, que había sido real... Pero aquéllas lágrimas, frías como gotas de cristal, no se llevaron parte de la esencia del mago, que desde siempre había permanecido junto a ella.

Dos seres inmortales, que tenían toda la eternidad para saber que hubiera podido ser y no fue.

Inspirado en la trilogía "El Señor de los Anillos" J.R. R.Tolkien

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