sábado, 23 de julio de 2011

EL BANQUERO MÍSTICO



Esta no es una historia con un "despertar" no hay final feliz. Lo que sí hay, es una advertencia. A veces vamos tan rápido, que podemos pasar de largo del destino. Podemos gritar tanto, que nuestras palabras queden distorsionadas y no se nos entienda.

No puedo explicar una historia, relatando el antes y el después de forma simultanea, como si de una película se tratara, aunque sería lo suyo. Pero puedo empezar por el principio.

Había una vez un banquero, cuya anodina vida, transcurría entre su trabajo, su novia, el gato de ésta, y su bonito piso a las afueras de la ciudad. Vivía en el mismo orden y sujeto a la misma perfección que los números que hacía cuadrar cada día.
Era pulcro, meticuloso y metódico. Tenía 39 años, una dentadura perfecta, cuidaba su alimentación, hacía deporte, y los fines de semana iba al cine y le echaba un polv... hacía el amor a su novia, sin apenas despeinar su bonito pelo plateado, que peinaba siempre con la raya al lado. Una vida ideal.

Cuando cumplió 40 años, su novia, le regaló un viaje organizado a un país africano (no recuerdo cuál) Así que preparó su mochila, y se marchó a la GRAN AVENTURA de su vida. Para él, viajar con mochila, y ponerse vacunas, ya era toda una aventura.

Pero, lo importante, no es lo que le impactó el continente negro, los animales que vio, ni tan siquiera el choque de culturas. Lo importante, es que el banquero, allí sufrió un accidente de coche que le obligó a volver a España. Y desde entonces, su vida empezó a cambiar.

Empezó a darse cuenta de cosas. A valorar, a apreciar, a despertar. Ya no quiso volver a ver el mundo con la misma mirada de "antes"  Hasta ése momento, había vivido su vida como si no le perteneciera, como un espectador.
Lo único que conservó, fue su trabajo y su piso. Se deshizo de su novia, del gato, de uno de los dos coches, de la señora de la limpieza.

Se matriculó en los estudios que siempre había querido, e incluso se compró una Harley.

Quiso vivir la vida como si sólo tuviera una (sí, has leído bien, sé lo que he escrito)

Pasó a la acción, tomó las riendas, pero a la vez, se soltó. Se entregó a lo que le trajese el destino. Inició una etapa en la que observaba y se dejaba fluir. Empezó a estar más abierto a todo. A decir que "sí" a lo que se le propusiera, a romper la rutina.

Pero no pasó de ahí. Lamentablemente.

Su misticismo, lo llevó a ser espectador; a parapetarse en el papel de "aquí me las den todas, que yo no voy a mover ficha" "Lo que tenga que ser, será"

No oponía resistencia a nada, no se resistía a lo que llegaba...tampoco a lo que se iba.

Y así, pasó de ser un espectador dormido, a un espectador despierto. Una especie de autismo, que lo mantenía sometido a la esclavitud de una rutina. Antes anestesiado; ahora no.

Y él no fue consciente de ello nunca. Creyó despertar, pero seguía soñando. Soñó que despertaba....pero formaba parte del sueño. Lanzaba mensajes cargados de profundidad; preñados de misticismo. Pero eran palabras vacías porque él no les imprimía el espíritu de quién ha hecho suyo el mensaje que llevan.

Le conocí en una sala de espera. Aunque no era muy alto, era atractivo. Con una sonrisa que parecía decirte "voy a hacerte el amor en cuanto me devuelvas la sonrisa" pero sólo era eso: "lo que parece" nada más.

Él nunca iba más allá.

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